Pobres niñas ricas.

Todos soñamos con levantarnos una mañana y tener nuestra cuenta corriente llena de ceros, pero ¿seríamos más felices? Ellas tienen tarjetas de crédito sin límite de dinero y jamás miran el precio del vestido con el que sueñan. Lo compran y listo. Tampoco se meten en internet para buscar ofertas de vuelos. Viajan en primera clase y algunas incluso tienen su propio avión privado. Sus vacaciones son en los lugares más exclusivos del mundo y llevan una vida aparentemente de ensueño. Pero no es oro todo lo que reluce y muchas de ellas cambiarían todos sus lujos a cambio de la felicidad.

Es el caso de Allegra Versace, la sobrina del desaparecido Gianni Versace. Su tío, fundador del imperio, la nombró heredera universal y con tan solo 11 años ya tenía una fortuna estimada en 225 millones de euros, además de otras propiedades como una mansión en Miami, una casa de campo en New York o una villa en el lago Como. Tenía todo para ser feliz y sin embargo la anorexia casi la lleva a la muerte.

Hoy tiene 24 años y dicen que es una chica reservada, simple e inteligente. Debería estar al frente de Versace, sin embargo no le interesa lo más mínimo y es Donatella, su madre, quien ha tomado las riendas con su permiso. Allegra prefirió estudiar teatro, francés y arte y sueña con ser actriz algún día. LLegó a pesar 32 kilos y aunque su madre dice que está recuperada sigue siendo una chica extremandamente delgada. Por cierto, no sabemos si Donatella tiene anorexia o no, pero que es adicta al bronceado y que tiene un cuerpo raruno damos fe de ello.

Mary-Kate y Ashley Olsen, más conocidas como las hermanas Olsen, también guardan cierto parecido con Allegra Versace. Ocupan el octavo lugar en la lista de los jóvenes millonarios menores de 25 años. Tienen una fortuna de 17 millones de euros cada una. No está nada mal tampoco. Conocidas por todos desde que eran prácticamente bebés, a través de la serie Padres forzosos, hoy tienen 24 años y la anorexia y las drogas también están presentes en sus vidas. Mary-Kate llegó a estar ingresada en una clínica recibiendo tratamiento por desórdenes alimenticios y Ashley fue descubierta en un escándalo de drogas. Además, los rumores sobre una mala relación entre las gemelas no hacen más que aflorar, pese a que ellas lo desmienten siempre. De nada les sirve ser dueñas de una productora de televisión, otra de música y otra de moda. Sus caritas angelicales se esfumaron y desde que el alcohol y las drogas entraron en sus vidas ya no son lo que eran.

Pero sin duda alguna, la más pobre niña rica de todas es Athina Onassis. Heredó de su abuelo, el armador Aristóteles Onassis, una fortuna valorada en 2.700 millones de euros y se convirtió en la niña más rica del mundo. Su madre, otra infeliz niña rica, murió en extrañas circunstancias, aunque todo apunta a un suicidio cuando Athina solo tenía cinco años. Cuando cumplió 18 años pudo disponer de su fortuna, ya que su madre y su abuelo no se fiaban de su padre y hasta su mayoría de edad una junta de administradores controlaba su herencia. Todos los gastos hechos en nombre de su padre debían ser aprobados por la junta. En 2002, Athina conoció al jinete Álvaro Alfonso de Miranda, más conocido como Doda, del que se enamoró locamente. Todo el mundo pensó entonces que solo buscaba el dinero de la joven. El amor venció y en 2005 se casaron, pero la tragedia se repite en los Onassis y el pasado 26 de marzo, Cibele Dorsa, la primera novia de Doda y madre de su hija Viviane, de ocho años, se suició tirándose por la ventana del séptimo piso de su apartamento en Sao Paulo. Dejó una carta escrita de despedida en la que tiene duras palabras para Doda. En la carta dice que le da pena de Athina, porque nunca va a conocer el amor de verdad, dando a entender que Doda no la quiere.


 

¿Conseguirá Allegra vencer la anorexia y hacerse con el mando del imperio Versace? ¿Arreglarán las hermanas Olsen sus diferencias y se convertirán en dos jóvenes saludables? ¿Encontrará Athina el verdadero amor? El tiempo dirá si las niñas ricas encontrarán la felicidad, pero al menos podemos afirmar que unos cuantos ceros no son suficientes para ser felices.